Aquiles es una tormenta en calma lejana y ajena, que surge en epicentros ciegos y sordos y revienta en el centro de mi pecho, como un maremoto sin la justicia de tener siquiera mar.
Aquiles tiene los ojos pequeños, escurridizos, ojos que deshebran al mundo color por color, movimiento por movimiento, luz por luz, ojos que analizan puentes y pasos, montañas y ríos, ríos cuyo caudal no siempre es agua cristalina, los ríos en los que yo nado.
Aquiles tiene la fuerza de un terremoto escondida detras de la boca, un país que se abre, que se da a palabras y besos, a veces en contra de los deseos de su dueño. Aquiles es una ecatombe, el big bang de mi universo.
Aquiles tiene alas en los talones y música en las manos, estira los dedos y surgen arroyos de luz sonoros, Aquiles el veloz, el de los pies ligeros.
Las manos del troyano son delgadas, tibias, rozan como el aire y te atraviesan como el viento montañoso, cruzan tu pecho y se atoran como anzuelos.
Aquiles en mis ganas, Aquiles río de letras, Aquiles imposible, Aquiles aquí...
Cuando estalle la guerra, cuando el troyano se vaya, tendré preparado mi caballo de madera en el centro de este mundo aqueo.