miércoles, 17 de abril de 2013

Autoanálisis un 17 de enero

Tengo ganas, entusiasmos, perezas y desencantos,
Tengo sueños, proyecciones, utopías y decepciones,
Tengo “fés” y desconfianzas, cegueras, premoniciones,
Armamento y municiones, vulnerabilidad y espanto.
Sensibilidad, dureza, carne viva y corteza,
Soy mi duda y mi certeza, mi convicción, mi flaqueza,
Soy mi imperio y soy mis ruinas, mi dolor, mis medicinas,
Tengo leyes y excepciones, maleficios, bendiciones,
Unas veces soy sensata, otras no entiendo razones.
En mi país soy delincuente, no ejerzo la ley que dicto,
Odio al juez por sus funciones, pero tengo un veredicto,
Me atrinchero en mi historia porque me hace ser quien soy
Pero quiero en tu memoria solamente lo de hoy.
Soy capaz de devastarme y también de construirme,
Puedo proclamarme reina y, al igual, destituirme,
Soy mi pan y soy mi hambre, mi deshonra y mi virtud,
Soy pregunta y soy respuesta, soledad y multitud.
Soy verdad y soy mentira, la honradez planeando atracos,
No perdono despedidas y yo construyo los barcos,
No me gustan las ausencias, pero amo los aeropuertos,
Tengo alergia a los fantasmas y me pongo a cargar muertos.
Soy mi causa y consecuencia, mi recompensa y castigo,
Soy un mito, una leyenda, soy un hecho comprobado,
Soy la canción más hermosa y soy un verso robado,
Soy auténtica y farsante, dictadora y comediante,
Soy piadosa y despiadada, soy tristeza y carcajada,
Puedo ser un pan de dulce o una hija de la chingada,
Sé tener la cara limpia y bailar en mascaradas,
Puedo ser la más realista y creer en cuentos de hadas.
Tengo un par de manos tibias que saben cortar de tajo,
Ejerzo la rectitud tomando siempre algún atajo,
Tengo celos de la nada y confío en lo amenazante,
No soporto indisciplinas y soy la más inconstante,
Soy un juego, un laberinto, abstinencia y vino tinto,
Soy sexo desesperado, el amor acostumbrado,
Soy la decente y la puta, la pagada y la insoluta,
A veces soy nimiedad, otras tantas absoluta.
Soy lectura e incultura, el extremo y la pavesa,
Decisión determinante o el hubiera que acribilla,
Soy yo misma, como puedo, no soy diosa ni princesa,
Ni lo que siempre soñé, más soy yo y estoy entera,
Soy más rápida y ligera, de equipaje reducido,
Cobro sueños poco a poco, ya no ando tan a lo loco,
Será que soy más adulta y la madurez insulta
Mis aguerridos principios, mis afanes de grandeza,
Mi atropellado carácter, mis blasfemias, mi criterio,
Mi libertad invaluable, mis pasos tan definidos…
O será que he comenzado a cambiar los panoramas,
Me entretienen crucigramas y tomo la vida en serio.
Sin embargo no se acaba este afán de quitarme etiquetas
de ser la mujer inquieta que aborrece lo común,
si después de todo esto, vuelvo a casa y te hallo aún,
sabré que a pesar de tanto, sigo haciendo buenas tretas.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

El viaje...

La madrugada se tornó húmeda y caliente. Entre sueños descubrí el carmesí de tu llegada y, contrario a los pronósticos, el miedo no acudió a la cita. Fue mi voz, salida desde lejos y llamando a tu padre, lo que rompió con mi modorra.
Lo que siguió fue hacer maletas, meter en la valija el coraje, la incertidumbre, la emoción y las angustias. Como por instinto, nuestras caras de novatos se tornaron paternales, seguras. Después, nuevamente el sueño, recogiendo fuerzas para el extraordinario viaje venidero.
 Al salir el sol nos esperaban las expertas manos de quien con increíble destreza abrió la puerta dos centímetros más, invitándote a llegar, mientras nosotros repasábamos los planos, los puentes a tender, los pasos a seguir para llegar hasta tu encuentro... un trayecto que al final fue improvisado.
 A la tarde, una comida insostenible con apetito indeciso me anunció el primer relámpago, un rayo que como una piedra en agua, cayó en mi centro y se extendió hasta alcanzar cada punta de mi cuerpo. 
 Una tormenta eléctrica me desbrozaba de manera intermitente e interminable, y el agua abrió mi cuerpo como un maremoto. Mi conciencia se fue al fondo, a la mera entraña, hacia ti. Te sentí con una fuerza inminente, montándote en cada estruendo hacia la salida. Un muro se enterró entre nosotros y el mundo, eramos tú y yo, sorteando, pasando, rompiendo... naciendo. 
 Tu padre nos miraba desde lejos, queriendo adentrarse al huracán, metido hasta el cuello en el agua, braceando, peleando, queriendo llegar. Nosotros lo miramos desde lejos, como ausentes, sabiéndolo cerca, allá, absorbiendo cada milímetro de fuerza que sus ojos angustiados nos lanzaban.
Aire, mis puños cerrados asidos a la vida, mi cuerpo contrayéndose con una fuerza titánica, inmedible, desconocida... una, otra y otra vez y entonces tú.
La vida, la luz, Big Bang, mi niño de agua... entonces tú y entonces yo, volviendo, regresando convertida en otra, transformada en mariposa, por fin aérea después de vivir anclada en tierra. Nacimos, tú y yo nacimos ahí.
Ahora te veo, te amo, te palpo, te elijo, te vivo, te sumo, te doy, te absorbo, te lucho, te entrego, te mimo, te aprendo, te sé, te nombro y en tí enuncio al universo.
Ahora nos sabemos, nos sabemos junto a tí.




martes, 3 de enero de 2012


Y por fin te fuiste al mar. Volviste a tus orillas convertida en sal, transformada, etérea, inmune a los maremotos, a la vida, impalpable, blanca.
Finalmente al mar. Como la poetiza aquella, pediste a la nodriza tierra que abullonara tu cama de arena y te cubriera de algas. Te fuiste, te vas, te sigues yendo... y a veces vienes por la noche y me miras, como de lejos. Yo forzo la memoria para guardar los detalles de esos minutos de sueño, en los que me confirmas que andas cerca, que sigues dentro.
Ahora habitas la marea, te diluyes entre peces y arrecifes, te revientas sobre rocas y te elevas. Cuando la luna está gorda, estiras los brazos queriendo tocarla, ambiciosa y hambrienta, hipnotizada, con los ojos ávidos de luz. Ahora el cielo es tuyo y juegas a tapar con tus dedos las estrellas, a destantear al mundo con nuevas constelaciones.
Mi flor, mi lirio de mar, necesito recordarte y dibujo cada día tu cara para que no se me disuelva con el tiempo, necesito imaginarte en esa playa para sentirte en su arena, para hablarte de algún modo, para saber dónde estás.
¿Recuerdas esa noche? Creo que veniste a despedirte y yo lloré en los sueños y en la vida, porque tuve que decirte, que explicarte tantos cambios, porqué todo iba en reversa y había que frenarlo para no estrellarnos contra la pared. Tuve que pedirte que te fueras y tú me miraste con los ojos asustados y esa expresión de niña que nunca perdiste. Dijímos adiós... Después de eso, nada, oscuridad y nada, hasta hace poco.
Lirio de agua, nuestra Alfonsina, te guardan las letras, los libros, los discos, las risas, cada segmento de vida, cada migaja. Te guardo yo en mi cajita de cerillos para encender una vela cuando la luz falte.
Buen viaje... ya nos hallaremos.

"Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara en la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.

Déjame sola; oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvides... Gracias... Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido."

Alfonsina Storni


miércoles, 26 de octubre de 2011


Los días siguen corriendo, más de una centena y contando. Entre tú y yo nunca hubo mentiras y no voy a empezar a decírtelas ahora... La cosa en general no ha cambiado mucho desde ese día, y me resulta increíble e imposible de entender cómo se acostumbra el mundo a los huecos que va dejando el tiempo, y cómo nos acostumbramos todos a las ausencias, cómo aquel evento inverosímil y que se creyó inasimilable se digiere en lapsos lentos y pasmosos, avanzando un milímetro cada día, pero avanzando al fin. Ahí vamos todos, acomodando los huesos a las nuevas circunstancias, forzando al imaginarium a esta adaptación inminente, absurda, a este error de dios... de ése dios que no merece más tener un nombre propio. No, básicamente es lo mismo, pareciera que veintinueve años son sólo una brisa, una ventisca que pasó como por accidente en estos rumbos de la Vía Láctea, salpicándonos con sus polvitos celestes... y protesto, protesto irreductiblemente porque tú no puedes ser clasificada dentro de lo general, y algunos de los que nos quedamos tampoco, aunque vivamos en un mundo tan "inclusive" y enrolados en personajes no tan extraordinarios.

Ambas sabemos ahora, siendo más sensatas, que a lo largo de esta cuasi década nos encontramos varias veces y no pudimos entender los ojos ajenos, esa distancia horrorosa y que parecía infranqueable entre las dos. Creo que eramos las mismas, nada más que más reales o menos deslumbradas, no sé cuál descripción sea la mejor. No sé tú, pero yo anduve cargando ese costal por mucho tiempo, queriendo acercarme de nuevo sin siquiera intentarlo... creo que nunca dejamos de significarnos la una a la otra, a lo mejor por eso nos resultó tan difícil vernos un poco diferentes de esas muchachas universitarias que se comían el mundo con un café y un cigarro en Casa Terán.

Ya debes saber cómo está todo, me conoces bien y supongo que dirás "Me desaparezco un ratito ¡y ve nomas el desgarriate que armas!" y tienes razón, aunque quizá debas entender que a veces tus atropellados cambios nos dejan dando vueltas como pirinolas sin saber en qué caraja cara caeremos. Así es, aquí estoy después de casi diez años de salvaguardar mi libertad, de pelear a puño limpio por las durísimas espectativas que tejimos en nuestros mejores días, sabiendo que no llegué (al menos hasta ahora) a ser esa admirada teórica de la literatura ni a vivir de la pluma en cualquiera de sus presentaciones, y que sigo sin tener ese departamento, lleno de libros y con decoración de revista en alguna de las colonias viejas que tanto nos gustaban, sintiendo en ocasiones que esas ilusiones se convierten en los jueces más recios, en partes de una Dafne que me mira con gesto de desaprobación. Sigo aquí y sigo viva, ahora incluso por dos o por tres o por cuatro, por ti, por mí, por él, por todos.

Han sido meses de desastre desde junio, de cambios y cambios y cambios y giros y giros y giros, pero bien dicen que lo que está roto también está abierto, listo para la siembra y me queda claro que a la vida no se le va una. No sabes cómo he tratado de acolchonar tu reciente circunstancia, cómo te hablo y te cuento y me desenredo esperando que me oigas, porque tú sabes, porque no tengo y nunca tuve que explicarte... porque siempre tienes la palabra exacta y me dices lo que necesito oír sin ser condescendiente. No quiero decir que me haces falta, porque no quiero sentirte ausente... no te canto porque todavía la voz no me aguanta y no sé qué puedo decir sin romperme. Nunca me ha gustado instalarme en la tragedia, ya lo sabes, pero en ese mes no pude escaparme de un par de guarapetas escandalosas (que sufrieron todos menos yo) y todavía me niego a hablar de ti como si no estuvieras y a llorar el no haber tenido ese sábado porque no quería y no quiero despedirme, porque prefiero pensar que cuando a mí me toque, tendré menos miedo sabiendo que estás ahí y que ya conoces el terreno, de todos modos siempre fuiste la menos despistada.

Ayer me hicieron enfrentar todos estos cuatro meses y lloré y solté y entendí y protesté por enésima vez, sin saber si pedir perdón o perdonar, y él me abrazó como si pudiera verme por adentro y lo supiera todo y me dijo que me amaba y que ya no hay soledades que valgan y sentí toda su protección y el universo ensanchando mi barriga. Soy feliz, por ti y por mí, porque te sé conmigo aunque a veces no entienda tus procesos, porque ahora sé que todos mis aciertos, mis errores, mis virtudes, mis defectos, mis empeños y desidias, mis triunfos y mis "logros no logrados" me trajeron al punto en el que estoy parada, a mi vida llena de villaneces y heroicidades, a él, a sus brazos y al inesperado y fantástico proceso de ser madre... No sé si soy clara, si he sabido o alguna vez supe decirte lo mucho que te quiero, creo que esta es mi manera, muy a lo James Joyce, de decirte que soy feliz también porque te lo debemos todos.



jueves, 29 de septiembre de 2011

Justificar a ambos lados
Puedo sentirte dentro, creciendo poco a poco, llenando despacito los vacíos que inventé y que me he creído tantos años. Después del miedo, de la incertidumbre, de la indecisión, ha llegado el remanso de la certeza, de la espera emocionada, la maravilla de la vida, la sorpresa y la incredulidad de verte ahí, en movimiento, dentro mío... un gigante encapsulado, el amor hecho materia, forma perfecta, manos, pies y un corazón latiendo acelerado, con la prisa de vivir.

Ayer, por vez primera, diste señales en mi costado, fue como un destello de electricidad, la confirmación de que eres real, de tí adentro de mí, pasaste de lo onírico a lo sensible... un enorme salto de la imaginación al mundo real.

Ahora que te sé, pienso en la realidad que habito, temo al universo que te ofrezco, esta hecatombe de maravillas y desastres, de seres de luz y monstruos terribles, de animales quiméricos y bestiarios, de euforia incontenible y tristeza que desbroza. Quisiera tener manera de preparar tus ojos a lo que verás sin matar tu capacidad de asombro, de cubrir tu corazón con algodones antibalas sin hacerlo endurecer, de hacer indoloras tus posibles heridas sin quitarte el milagro de sentir esa tisteza que también ilumina, de dejarte vivir sin pesadas consecuencias.

Tu llegada es un encontronazo de dos mundos, el choque de todos mis "yo", el Big Bang del que nacerán mil nuevas formas de vida.

Él y yo te estamos esperando, atentos a cada movimiento tuyo, a cada evolución, a cada parpadeo, tenemos mi cuerpo como espejo de tus gestos, nuestros sueños como esferas del futuro.

Tú me conoces desde ahora, me sabes y te sé porque estamos insertados uno en el otro y visceversa, pero quiero hablarte de él, de ese que te habla de repente, del que desde ahora está intentando enseñarte dibujando en mi barriga, del aparente espectador, activo protagonista... él es tu padre, un hombre de ojos nobles y luminosos, una bombita de amor caminando diariamente por las calles, sabio y torpe como todos, como tú también serás, pero lleno de aventura y poseedor de los brazos más firmes si se trata de sostenernos, del caparazón más duro si hablamos de protegernos, el más valiente si a quien ama tiene miedo, el más tierno y curativo cuando punza el dolor... es nuestra casa, nuestro héroe y compañero.

Cuando llegues, abre bien los ojos, no te pierdas de nada que puedas vivir, comete errores, aprende de ellos, constrúyete, derrúmbate y vuelve a edificarte, aprende a perdonar, pero recuerda la lección, se libre sin esclavizarte en la premisa, ama hasta donde puedas y todo lo que puedas, llora sin vergüenza, ríe sin mesura... vive, haznos amarte aún más.

Tu mamá.

lunes, 6 de junio de 2011

El muro...


Él tardó en dibujarse en mis paredes,
en los muros de papel y los de historia,
con su lengua por mi espalda teje redes
y beso a beso se devora mi memoria.

Ya no cuento los días en el calendario,
el tiempo se ha vuelto algo relativo...
¿cómo dormir cuando él está tan vivo,
cuando engendra cuentos de hadas y bestiarios?

Él es un animal quimérico y oscuro,
se alimenta de canciones y escenarios,
su haz de luz es largo, milenario,
no puede retenerlo ningún muro.

Así es él y, como usted ya sabe,
soy de esas que devoran maravillas,
me cuelo en sus sueños a hurtadillas
para ver su un día logro encontrar la llave.

¡Esa! la que abre la bodeguilla
donde aprisiona ángeles y demonios,,,
él tiene un paraíso en la buhardilla
y cada verso que me escurre es testimonio.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Tipografiándote...

Me gustan tus ojos cuando se pierden, cuando te vas hacia algún lado y no sé qué estás pensando... me gusta adivinarte. Me gustan tus manos largas, delgadas, suaves sobre mi piel... firmes y seguras. Me gusta tu risa, la explosión colorida de tu carcajada, su verbena, sus juegos pirotécnicos. Me gusta el corazón que me dibujas en el aire, palpitante, humano, amorfo, de carne. Me gusta la franqueza de tus gestos, esos que te delatan, que me cuentan cosas a pesar de tí. Me gustan tus silencios, los que te pintan de misterio, los que no me dejan ver... me gustan tus verdades escondidas detrás de ellos. Me gusta tu voz que, casi siempre antes que el sol, me abre los días. Me gusta estar dibujada en las líneas invisibles de tus manos, no las que hablan de destino, sino las que imagino para inventarme en tu vida. Me gusta ser tan yo, me gustan todos tus tú, me gusta este "nosotros" tácito, no prometido, en construcción. Me gusta ser carne de cañon en este juego, no tener más escudo que la piel en tu batalla. Me gusta el riesgo de embarrar el corazón en tus paredes, me gusta haber hallado la bala en la ruleta rusa, perdiendo de tal modo la cabeza. Me gusta, insisto, el vértigo, el saberme completamente vulnerable, el que tengas el poder de armarme o romperme. Me gusta la manera en que me miras, porque creo que miras bien, que lo que ves soy yo y no la mujer que muchos creen que soy. Me gusta haber sabido junto a tí a qué sabía eso que volvió locos a los poetas y volverme loca también, por fin entender, sólo con imaginarte lejos, que a Rimbaud no lo mató el ajenjo ni la mutilación ni el cáncer, sino la ausencia. Me gusta mitificarte, imaginarte de agua, temer tus tempestades, provocarte mareas bravas, necesitar tus aguas quietas, arrullarme con las olas de tu respiración. Me gusta lo que eres, lo que soy y lo que significamos juntos, me gustan los extraños que nos miran, me gusta ser tu mujer, me gusta ser tuya por puras ganas y me gusta como me poseés sin querer tenerme. Me gusta la vela encendida que eres, me gusta esta vuelta a la vida.

Te amo...