jueves, 2 de septiembre de 2010

Tipografiándote...

Me gustan tus ojos cuando se pierden, cuando te vas hacia algún lado y no sé qué estás pensando... me gusta adivinarte. Me gustan tus manos largas, delgadas, suaves sobre mi piel... firmes y seguras. Me gusta tu risa, la explosión colorida de tu carcajada, su verbena, sus juegos pirotécnicos. Me gusta el corazón que me dibujas en el aire, palpitante, humano, amorfo, de carne. Me gusta la franqueza de tus gestos, esos que te delatan, que me cuentan cosas a pesar de tí. Me gustan tus silencios, los que te pintan de misterio, los que no me dejan ver... me gustan tus verdades escondidas detrás de ellos. Me gusta tu voz que, casi siempre antes que el sol, me abre los días. Me gusta estar dibujada en las líneas invisibles de tus manos, no las que hablan de destino, sino las que imagino para inventarme en tu vida. Me gusta ser tan yo, me gustan todos tus tú, me gusta este "nosotros" tácito, no prometido, en construcción. Me gusta ser carne de cañon en este juego, no tener más escudo que la piel en tu batalla. Me gusta el riesgo de embarrar el corazón en tus paredes, me gusta haber hallado la bala en la ruleta rusa, perdiendo de tal modo la cabeza. Me gusta, insisto, el vértigo, el saberme completamente vulnerable, el que tengas el poder de armarme o romperme. Me gusta la manera en que me miras, porque creo que miras bien, que lo que ves soy yo y no la mujer que muchos creen que soy. Me gusta haber sabido junto a tí a qué sabía eso que volvió locos a los poetas y volverme loca también, por fin entender, sólo con imaginarte lejos, que a Rimbaud no lo mató el ajenjo ni la mutilación ni el cáncer, sino la ausencia. Me gusta mitificarte, imaginarte de agua, temer tus tempestades, provocarte mareas bravas, necesitar tus aguas quietas, arrullarme con las olas de tu respiración. Me gusta lo que eres, lo que soy y lo que significamos juntos, me gustan los extraños que nos miran, me gusta ser tu mujer, me gusta ser tuya por puras ganas y me gusta como me poseés sin querer tenerme. Me gusta la vela encendida que eres, me gusta esta vuelta a la vida.

Te amo...

viernes, 20 de agosto de 2010

Él


Él atraviesa la calle, sale de lo oscuro y camina hacia mí como delineando la luz en esa bocanada de oscuridad, en la noche. Y como si su paso fuera el detonante de algún candelabro, la acera se ilumina. Un paso, otro... poco a poco llega a mí. Él, cadencioso siempre, me envuelve primero con los ojos, después con los brazos y su cuerpo entero termina la faena. Las noches con él son una carcajada sonora, son mis ojos inyectados de luz, empequeñecidos de ternura y abiertos, siempre abiertos como bocas enormes, devorando cada uno de sus movimientos, anotando minuciosamente cada gesto. Así recorre todos mis sentidos. Mis manos palpan cada una de sus texturas, memorizándolas. Mi boca voraz, le devora cada milímetro de piel, de idea. Mis oídos distinguen hasta el más mínimo de sus latidos, al grado de poder clasificarlos. El olfato ha elegido su sitio, el lugar que define su aroma: los escasos milímetros que forman el puente de su labio superior cuando me besa. Me gusta perderme en él, en el laberinto de sus misterios, en los pasillos decorados con arquetipos en su cabeza... me gusta escucharlo hablar, su voz me tranquiliza, me vuelve etérea como nube, volátil. Después, con su beso me trae de vuelta a la carne y al hueso. Su beso... ese golpe que me irriga sangre. Él, mi mago, mi tritón, mi solar, entusiasmo que no me cabe en el cuerpo y me estalla en los ojos, desbordándose. Él, espiral, caracol, el Lázaro de mis metáforas oxidadas, un universo lleno de constelaciones atrapado en lo humano... él.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Mago


Ese día amaneció nublado, no sé bien si afuera o adentro, y transcurrió gris, rutinario, tan medianamente bueno que apenas recuerdo pinceladas gruesas de sus horas.
Llegó la noche, terminaron mis diez horas de tedio, pero aún restaban deberes y, como siempre, me dije "son sólo dos horas más, que quizá pasen ligeras con un par de cervezas"... Usted sabe cómo soy. Entré, el bar sólo y sólo él... ahí, sentado frente a la silla del exilio, la que me hace estar con todos pero ajena. Tenía un whisky que no era whisky (según posterior explicación y tardío entendimiento)por único adorno en la mesa y en la cara. Comenzó el circo, lancé las primeras notas con su rostro aún ajeno y él ajeno a mi voz. Después de algunos zarpazos torpes, tratando de adivinar su soledad, conseguí sus ojos. Se levantaron, poco a poco, como un sol que no quiere amanecer, desató su mirada de la mesa y me fue regalando lapsos de ella cada vez más prolongados. Tenía una tristeza que todavía no adivino y que aún le aparece a ratos. La pausa fue larga, un par de cigarros al ras del suelo con mi atención completamente puesta en él y repitiéndome "lo sabía, carajo, lo sabía"... aunque no sabía exactamente qué, si el hecho de conocerlo, que la noche sería divertida por sólo mirarlo, o si nada más me quedaría intrigada, tratando de deshebrar su historia, como a veces me pasa con esta obsesión de hallar letras en cualquier lado.
Esa noche, un beso y algo de plática. Días después alguna llamada, un citatorio incumplido y una película que me pareció buena hasta que la descubrí en sus letras, con personajes que significaron algo para mí hasta que él los definió. Después, café y una carretera que se torció en laberintos para encerrarnos en la ciudad y que no saliéramos disparados a no sé dónde, yo creo que para no volver. Esa noche fue mi voz, mis filias y mis fobias, mis nombres y mis anonimatos, y un silencio casi cómplice del lado del piloto, que en ese momento no supe si interpretar como comprensivo, como condescendiente o como mera contención. Al final, uno de los mejores viajes. De vuelta a casa con un gesto indefinido y con la duda de si lo que sucedía era cierto clavada en los ojos, dormí y decidí dejar que el tiempo, la quimica o cualquier cosa que no fuera yo, decidiera la respuesta. Quince silencios multiplicados por veinticuatro pasaron antes de que volviera a aparecer, en el mismo bar, en el mismo día... me envolvió en su beso y su abrazo curó un frío de años. No sé cuál de las tres tuvo un arranque de celos, si mi soledad, la suya o la vida, desencadenando una serie de accidentes como para empedrarnos el camino... pero él siguió y yo seguí, aunque apenas estemos descifrando porqué.
Lo siguiente que recuerdo... usted sabe de mi memoria... es el atardecer de un sábado, vino tinto, él... él. Su beso, sus manos trazando carreteras en mi piel y después recorriéndolas con la lengua como para borrarlas, la noche en su abrazo, una mañana con sol, los tenues minutos que nos duró la ropa puesta, alguna película que no entendí muy bien, pero cuyo título me hizo recordar algo que había olvidado, como dejándome secar... la fuente de la vida es eso, la vida, permitirse vivirla sin evitar nada de lo que ocurra, sin ir esquivando dolores o evitando caídas, cerrando los ojos a las maravillas, a la luz por miedo a después tener que prescindir de ella, es el vértigo de su beso, la contracción en el vientre cuando sé que voy a verlo, es sentir que vuelo y caigo, como poco a poco me rompe, me dobla y mirarme cada vez más en sus ojos... es saberlo aquí cuando no me lo esperaba, habiéndolo esperado por tanto y tanto tiempo.
Él es mago ¿sabe?, anoche, después de hacerme el amor, me tiró las cartas en la cama y con cada una iba describiendo una parte de mi vida, como leyéndome mis propias páginas y después, cuando me supo hipnotizada, me hizo el amor de nuevo. Construye castillos etéreos sembrados en la tierra, me moldea, como una muñeca de barro y miel.
Él es un terremoto, un derrumbe inesperado, pero de algún modo previsto, me desescama, poro a poro, me colorea, beso a beso, recoge con su cuerpo cada miedo, cada duda, me ahoga en su calor sin etiquetas, me revienta en su sonrisa sin prejuicios, me hace suya sin atarme...
Yo sé que usted entiende, hágale saber todo esto si un día lo ve, dígale que necesito las aves de sus manos...

miércoles, 28 de abril de 2010


Cada paso que se da es el "Erase una vez..." de una historia que comienza y que nunca, nunca se sabe dónde parará. Hay pasos que se adhieren a viejos cuentos, gente que entra de secundario a historias principales que tienen más que plantados a sus protagonistas. Hay pasos que cambian el rumbo, que quiebran el camino o que retroceden.
He protagonizado algunas fábulas ajenas, seguro he pasado desapercibida en otras, algunas veces me hubiera gustado ser al menos una antagonista que mereciera el odio de cualquier lector, que metiera en líos a la princesa del cuento haciéndole vudú y seduciendo a príncipes que, por humanos, no tienen el más mínimo rastro de azul... pero me he quedado en el mero papel de cuasiextra, lamiéndome las heridas y comiéndome la cabeza en emboscadas que se me ocurren ya que el príncipe se llevó a la doncella al país del "y fueron felices para siempre"... y mi reina, vous êtes allé a la merde.
Triste pero cierto. La parte buena es que siempre queda una canción, aunque a veces no sé bien si es para recordarme mis finales tan a la Walt Disney is an asshole o para hacerme saber que sigo siendo capaz de sentir a grados superlativos, aunque igual de superlativo sea el grado de dificultad para el olvido... a pesar de todo, sigue siendo más divertido no ser tan delicate princess y a veces jugar a la fucking bitch, porque no necesito que me ayuden, yo solita puedo boicotearme.
En estos días, los cuentistas están en paro, andan por ahí terminando sus historias. Ni mis más crudos gallos, Perrault y los hermanos Grimm, han sabido escribir una treta que haga que mis personajes favoritos se queden en mi cuento y sean felices para siempre... como Aquiles, que creo que ya encontró a su Briseida aunque no se llame Briseida... o esas dos princesas que descubrieron que los galantes caballeros armados eran aburridos, que le pintaron un violín a todas las promesas de amor eterno y reinos encantadores por quedarse juntas, y que ahora están decidiendo quién se lleva qué del país de las maravillas. O ella y yo, las más, más, más, más, más carentes de princesitud del mundo, con todo y nuestro negocio de autoestima para príncipes maltratados, encantados por brujas jijas que después se vuelven las más hermosas e intocables Cosmo Princesses. Y así es la vida... creo que habemos quienes no vamos a conocer el país del "felices para siempre", o al menos no de la manera convencional...
Y saben qué? siempre he creído que ese tan dudoso happily ever after no es tan ever after a la hora de la hora, pero eso no nos lo dicen ni Hollywood, ni Walt, ni las fashion fairies a las pobres mujeres mortales que besamos y besamos sapos sin necesitar que se conviertan en príncipes porque así son perfectos para nosotras, que decimos y decimos "Ni el más azul de toooooodos los prototipos peliculezcos le llega a la guapura de mi rorro"... pus si, pero eso a tu "rorro" le viene valiendo una pura y dos con sal. Otra!! Gol!!! y una vez más, triste pero cierto.
En fin... a lo que iba con todo esto, es que hay pasos que doblan en la esquina y escriben nuevos cuentos. Yo casi puedo asegurar que no puedo caminar sin llegar a casa con al menos 20 nuevas tramas en la bolsa, llenas de todas esas 0% princesas que me rodean y por eso son taaaan fantásticas, de todos esos príncipes en crisis que no pudieron ser héroes pero sí son los mejores amigos, aunque (y seamos francos todos) en su momento nos rompieron el corazón cuando dijeron que no nos llevaban a caballo a su reino porque les desconchinflábamos el cuadrúpedo y porque las princesas no usan jeans ni dicen groserías... así, con todo y nuestra falta de princesés, con todo y su sapotitud, han hecho de mi vida el más bello, deshadado y sorpresivo cuento .

Los quiero un montón.

miércoles, 21 de abril de 2010


Cada vez que aparece, las puntitas de mis pies se asoman un poco más al desfiladero... él con la mano en mi espalda y su risa tramposa. Yo, con mis eternas ganas de aventarme y sentir como se me sube el corazón a la garganta. Ésta es la segunda vez que me roba toda frase inteligente, cualquier argumento que me sirva de coraza contra el filo de sus ojos. Los versos se me escurren de la boca, se me escapan y anidan en cada uno de sus recovecos, van dejando sus huellas por caminos que después recorro con mi lengua, borrando cualquier vestigio, como queriendo evitar que alguien sepa que estuve ahí, aunque yo guarde su sabor por siglos. Cada vez tardo más en regresar, me quedo ahí atorada. Él mete las manos en mi cabello y se enreda con los hilos de mi cabeza, tira y tira y sigue tirando de mis pensamientos todavía días después, como deidad que exigie fe del feligrés y pone traspiés para que éste último termine por necesitarle, por ser adicto a su milagro... soy una marioneta en su teatro de 3 metros cuadrados. Las plataformas de donde tengo que saltar cada vez son más altas, el agua cada vez más profunda, más densa y yo nado y nado y contengo la respiración, tiemblo pero no me rompo, siento pero no sucumbo, y tengo que liarme la sensatez a la pata de la cama porque vuela como un globo lleno de helio. Su boca es un espiral hipnótico, una ventosa que me succiona hasta el último gramo de voluntad y mi Gestas se asoma, lo contengo como puedo y me dejo absorver como un calmado Dymas. Todavía lo quiero poco humano, casi irreal, etéreo. Gestas no deja de reclamar carne y tierra o la demostración de un poder supremo, cuando ambos sabemos que cualquiera de las dos cosas acabaría conmigo. Por hoy prefiero al suave Dymas que al voráz mal ladrón... total, en algún momento me inclinaré al lado izquierdo, como siempre. El mesías, dios de arena, patria de golondrínas, titiritero, dedo en el gatillo, círculo en la sien, venda en los ojos... un televisor de plasma para una mujer en estado primitivo.
A very very long post data: No se me importa un pito que un hombre tenga una piel de durazno o de papel de lija, le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezca con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarle una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no le perdono, bajo ningún pretexto, que no sepa volar. Si no sabe volar, pierde el tiempo conmigo. ¿Verdad que no hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con un hombre que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de un hombre pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.

martes, 9 de marzo de 2010

Si de mujeres hablamos...


Te debo un viaje de la estrella que inventaste hasta tu vientre, te debo el alimento de tu sangre, el alojo en detrimento de tu cuerpo. Te debo los baños de sol y los ojos despiertos, la risa infantil y la paz en el gesto, te debo el milagro de tu abrazo... ése olor tan familiar. Te debo una casa con historias, te debo el dolor de una ruptura, te debo la dureza, el mantenerte entera cuando aquel ya no era el hombre que tú amaste, el haberme hecho tan feliz apesar de tu tristeza. Te debo una ciudad llena de arena que me dejó edificar cien mil castillos, te debo los lirios en aquel desierto, te debo la falta de fe en un dios, pero también la falta de miedo, te debo el amor a mí misma, mi completud, mi independencia. Te debo el juicio de mis ojos, el filo de mi lengua, mi criterio sin candados, te debo la firmeza de mis manos, te debo el poder hacer canciones, el maravillarme con los libros, te debo el saberme extraordinaria. Te debo mi capacidad de amar, te debo lo furioso de mi entraña, te debo la necedad, la aspereza, te debo la suavidad y la belleza, te debo estas uñas defensoras, te debo todo aquello que aún añoras, te debo la beldad en la crudeza, te debo el arcoiris cuando lloras. Te debo el milagro de la vida, te debo a la niña que más amo, te debo sus ojitos y su voz, la mujer en potencia que creamos. Te debo mi casa, te debo mi voz, el milagro que me cura si apareces, te debo la aversión hacia lo oscuro y la adicción a la luz, te debo el saber cómo producirla. Te debo el saber que soy sensible sin ser frágil, el hasta ahora ser más ágil que cualquier depredador. Te debo mi nombre, mi carácter, cada una de mis letras, te debo la distancia inexistente, la telepatía, el instinto, la comprensión, la condescendencia, mi ética, mi fantástica indecencia. Te debo la pronta recuperación de cada herida, los muertos que no cargo, un camino, que de lo hermoso, no importa que sea largo, te debo todo, y sé que la manera de pagarte es siendo feliz, viviendo mi vida. A mi mami... te amo.

miércoles, 20 de enero de 2010

No matter's what...


... y pido perdón porque a pesar de todo tengo el cinismo de creerme afortunada.

Confieso que los últimos acontecimientos me han hecho sentir escenarios huecos, soledades graves. Tengo frases sueltas en la cabeza, frases que no he dicho, que hago yo y que hacen otros, sentencias que a veces curan y otras rompen, tengo monosílabos telefónicos que agravan distancias, tengo cartas sin respuesta, poesía de analfabetos, canciones para sordos, promesas que lastiman por no haber sido cumplidas y visceversa, tengo sus diferentes tonos de voz grabados en la cabeza, puedo adivinarles hermandad y lazos rotos, amor y desamor, tengo sus ojos tristes y desorientados todas las mañanas porque no encuentra explicaciones, tengo los míos, iguales también. Tengo dudas que iluminan, verdades que apagan la luz, tengo ganas de andar, de cerrar capítulos y tengo también nostalgia, dolores y miedo de hacerlo. Tengo semanas vacías desde el 11 de enero, tengo un domingo que me vació el resto del año, tengo un velo de realidad que opaca mis fantasías, tengo un nudo en el pecho que me oprime el entusiasmo, tengo acuses de recibo, casi todos secos, limitados a dos líneas. Tengo sís y tengo nos, tengo ojos clarividentes posados sobre mí, que me dejan pasar aunque no quiera, y tengo ojos ciegos que no me miran, que no me quieren ver, a los que quiero entrar y no me dejan. Tengo la lengua chata, la letra pobre, la gana rancia, tengo guerras ganadas que no me inyectan vida, batallas perdidas que me arrancan carne, tengo kilos de compañía y una sola ausencia que me rompe.

... quizá sólo sea señal de que estoy viva.