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Mostrando entradas de agosto, 2010

Él

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Él atraviesa la calle, sale de lo oscuro y camina hacia mí como delineando la luz en esa bocanada de oscuridad, en la noche. Y como si su paso fuera el detonante de algún candelabro, la acera se ilumina. Un paso, otro... poco a poco llega a mí. Él, cadencioso siempre, me envuelve primero con los ojos, después con los brazos y su cuerpo entero termina la faena. Las noches con él son una carcajada sonora, son mis ojos inyectados de luz, empequeñecidos de ternura y abiertos, siempre abiertos como bocas enormes, devorando cada uno de sus movimientos, anotando minuciosamente cada gesto. Así recorre todos mis sentidos. Mis manos palpan cada una de sus texturas, memorizándolas. Mi boca voraz, le devora cada milímetro de piel, de idea. Mis oídos distinguen hasta el más mínimo de sus latidos, al grado de poder clasificarlos. El olfato ha elegido su sitio, el lugar que define su aroma: los escasos milímetros que forman el puente de su labio superior cuando me besa. Me gusta perderme en él, en ...

Mago

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Ese día amaneció nublado, no sé bien si afuera o adentro, y transcurrió gris, rutinario, tan medianamente bueno que apenas recuerdo pinceladas gruesas de sus horas. Llegó la noche, terminaron mis diez horas de tedio, pero aún restaban deberes y, como siempre, me dije "son sólo dos horas más, que quizá pasen ligeras con un par de cervezas"... Usted sabe cómo soy. Entré, el bar sólo y sólo él... ahí, sentado frente a la silla del exilio, la que me hace estar con todos pero ajena. Tenía un whisky que no era whisky (según posterior explicación y tardío entendimiento)por único adorno en la mesa y en la cara. Comenzó el circo, lancé las primeras notas con su rostro aún ajeno y él ajeno a mi voz. Después de algunos zarpazos torpes, tratando de adivinar su soledad, conseguí sus ojos. Se levantaron, poco a poco, como un sol que no quiere amanecer, desató su mirada de la mesa y me fue regalando lapsos de ella cada vez más prolongados. Tenía una tristeza que todavía no adivino y que aún...