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Autoanálisis un 17 de enero

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Tengo ganas, entusiasmos, perezas y desencantos, Tengo sueños, proyecciones, utopías y decepciones, Tengo “fés” y desconfianzas, cegueras, premoniciones, Armamento y municiones, vulnerabilidad y espanto. Sensibilidad, dureza, carne viva y corteza, Soy mi duda y mi certeza, mi convicción, mi flaqueza, Soy mi imperio y soy mis ruinas, mi dolor, mis medicinas, Tengo leyes y excepciones, maleficios, bendiciones, Unas veces soy sensata, otras no entiendo razones. En mi país soy delincuente, no ejerzo la ley que dicto, Odio al juez por sus funciones, pero tengo un veredicto, Me atrinchero en mi historia porque me hace ser quien soy Pero quiero en tu memoria solamente lo de hoy. Soy capaz de devastarme y también de construirme, Puedo proclamarme reina y, al igual, destituirme, Soy mi pan y soy mi hambre, mi deshonra y mi virtud, Soy pregunta y soy respuesta, soledad y multitud. Soy verdad ...

El viaje...

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La madrugada se tornó húmeda y caliente. Entre sueños descubrí el carmesí de tu llegada y, contrario a los pronósticos, el miedo no acudió a la cita. Fue mi voz, salida desde lejos y llamando a tu padre, lo que rompió con mi modorra. Lo que siguió fue hacer maletas, meter en la valija el coraje, la incertidumbre, la emoción y las angustias. Como por instinto, nuestras caras de novatos se tornaron paternales, seguras. Después, nuevamente el sueño, recogiendo fuerzas para el extraordinario viaje venidero.  Al salir el sol nos esperaban las expertas manos de quien con increíble destreza abrió la puerta dos centímetros más, invitándote a llegar, mientras nosotros repasábamos los planos, los puentes a tender, los pasos a seguir para llegar hasta tu encuentro... un trayecto que al final fue improvisado.  A la tarde, una comida insostenible con apetito indeciso me anunció el primer relámpago, un rayo que como una piedra en agua, cayó en mi centro y se extendió hasta alcanzar c...
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Y por fin te fuiste al mar. Volviste a tus orillas convertida en sal, transformada, etérea, inmune a los maremotos, a la vida, impalpable, blanca. Finalmente al mar. Como la poetiza aquella, pediste a la nodriza tierra que abullonara tu cama de arena y te cubriera de algas. Te fuiste, te vas, te sigues yendo... y a veces vienes por la noche y me miras, como de lejos. Yo forzo la memoria para guardar los detalles de esos minutos de sueño, en los que me confirmas que andas cerca, que sigues dentro. Ahora habitas la marea, te diluyes entre peces y arrecifes, te revientas sobre rocas y te elevas. Cuando la luna está gorda, estiras los brazos queriendo tocarla, ambiciosa y hambrienta, hipnotizada, con los ojos ávidos de luz. Ahora el cielo es tuyo y juegas a tapar con tus dedos las estrellas, a destantear al mundo con nuevas constelaciones. Mi flor, mi lirio de mar, necesito recordarte y dibujo cada día tu cara para que no se me disuelva con el tiempo, necesito imaginarte en esa playa para ...
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Los días siguen corriendo, más de una centena y contando. Entre tú y yo nunca hubo mentiras y no voy a empezar a decírtelas ahora... La cosa en general no ha cambiado mucho desde ese día, y me resulta increíble e imposible de entender cómo se acostumbra el mundo a los huecos que va dejando el tiempo, y cómo nos acostumbramos todos a las ausencias, cómo aquel evento inverosímil y que se creyó inasimilable se digiere en lapsos lentos y pasmosos, avanzando un milímetro cada día, pero avanzando al fin. Ahí vamos todos, acomodando los huesos a las nuevas circunstancias, forzando al imaginarium a esta adaptación inminente, absurda, a este error de dios... de ése dios que no merece más tener un nombre propio. No, básicamente es lo mismo, pareciera que veintinueve años son sólo una brisa, una ventisca que pasó como por accidente en estos rumbos de la Vía Láctea, salpicándonos con sus polvitos celestes... y protesto, protesto irreductiblemente porque tú no puedes ser clasificada dentro ...
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Puedo sentirte dentro, creciendo poco a poco, llenando despacito los vacíos que inventé y que me he creído tantos años. Después del miedo, de la incertidumbre, de la indecisión, ha llegado el remanso de la certeza, de la espera emocionada, la maravilla de la vida, la sorpresa y la incredulidad de verte ahí, en movimiento, dentro mío... un gigante encapsulado, el amor hecho materia, forma perfecta, manos, pies y un corazón latiendo acelerado, con la prisa de vivir. Ayer, por vez primera, diste señales en mi costado, fue como un destello de electricidad, la confirmación de que eres real, de tí adentro de mí, pasaste de lo onírico a lo sensible... un enorme salto de la imaginación al mundo real. Ahora que te sé, pienso en la realidad que habito, temo al universo que te ofrezco, esta hecatombe de maravillas y desastres, de seres de luz y monstruos terribles, de animales quiméricos y bestiarios, de euforia incontenible y tristeza que desbroza. Quisiera tener manera de preparar tus ojos a lo...

El muro...

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Él tardó en dibujarse en mis paredes, en los muros de papel y los de historia, con su lengua por mi espalda teje redes y beso a beso se devora mi memoria. Ya no cuento los días en el calendario, el tiempo se ha vuelto algo relativo... ¿cómo dormir cuando él está tan vivo, cuando engendra cuentos de hadas y bestiarios? Él es un animal quimérico y oscuro, se alimenta de canciones y escenarios, su haz de luz es largo, milenario, no puede retenerlo ningún muro. Así es él y, como usted ya sabe, soy de esas que devoran maravillas, me cuelo en sus sueños a hurtadillas para ver su un día logro encontrar la llave. ¡Esa! la que abre la bodeguilla donde aprisiona ángeles y demonios,,, él tiene un paraíso en la buhardilla y cada verso que me escurre es testimonio.

Tipografiándote...

Me gustan tus ojos cuando se pierden, cuando te vas hacia algún lado y no sé qué estás pensando... me gusta adivinarte. Me gustan tus manos largas, delgadas, suaves sobre mi piel... firmes y seguras. Me gusta tu risa, la explosión colorida de tu carcajada, su verbena, sus juegos pirotécnicos. Me gusta el corazón que me dibujas en el aire, palpitante, humano, amorfo, de carne. Me gusta la franqueza de tus gestos, esos que te delatan, que me cuentan cosas a pesar de tí. Me gustan tus silencios, los que te pintan de misterio, los que no me dejan ver... me gustan tus verdades escondidas detrás de ellos. Me gusta tu voz que, casi siempre antes que el sol, me abre los días. Me gusta estar dibujada en las líneas invisibles de tus manos, no las que hablan de destino, sino las que imagino para inventarme en tu vida. Me gusta ser tan yo, me gustan todos tus tú, me gusta este "nosotros" tácito, no prometido, en construcción. Me gusta ser carne de cañon en este juego, no tener más escudo...