
Los días siguen corriendo, más de una centena y contando. Entre tú y yo nunca hubo mentiras y no voy a empezar a decírtelas ahora... La cosa en general no ha cambiado mucho desde ese día, y me resulta increíble e imposible de entender cómo se acostumbra el mundo a los huecos que va dejando el tiempo, y cómo nos acostumbramos todos a las ausencias, cómo aquel evento inverosímil y que se creyó inasimilable se digiere en lapsos lentos y pasmosos, avanzando un milímetro cada día, pero avanzando al fin. Ahí vamos todos, acomodando los huesos a las nuevas circunstancias, forzando al imaginarium a esta adaptación inminente, absurda, a este error de dios... de ése dios que no merece más tener un nombre propio. No, básicamente es lo mismo, pareciera que veintinueve años son sólo una brisa, una ventisca que pasó como por accidente en estos rumbos de la Vía Láctea, salpicándonos con sus polvitos celestes... y protesto, protesto irreductiblemente porque tú no puedes ser clasificada dentro ...